Desde un principio Louis D´ Clouet, fundador de Cienfuegos, insiste en ubicar en Jagua personas con “oficios útiles”. De Burdeos traslada a La Habana cuarenta y seis pasajeros; empero, solo treinta y siete llegaron hasta la colonia sureña. El resto, la mayoría artesanos, decide instalarse en la capital para encontrar trabajo en esa ciudad. El hecho trasluce una idea esencial: la villa se somete a los propósitos de fomentar la agricultura y el comercio; de modo que la comunidad pueda sobrevivir los tiempos fundacionales. Aún no hay espacio para otros menesteres y, además, existe un descontento con las arbitrariedades del fundador. En 1825 Félix Lemaur revela en su padrón que las familias extranjeras “casi han desaparecido” y confiesa que la colonia no logra cohesionar los intereses a causa de la impertinencia de su artífice. Ciertamente, sus reclamos provocaron no pocas contradicciones con el resto de los inmigrantes y hasta el propio Agustín de Santa Cruz debe acudir al Gobernador de Trinidad para resguardarse de su ira.